Fotografiar con el corazón
Lo cierto es que yo empecé fotografiando con el corazón. Y no con los ojos, el cerebro, la luz, el objetivo. Con el corazón. Algo que estaba ahí y que hacía que me emocionase; eso era lo que hacía que le diese al botón para capturar el momento. No era algo que pensase, que racionalizase. Sencillamente el corazón se saltaba un latido y yo sabía que era el momento de darle al botón.
Claro, cuando eres madre y tu bebé te mira, tu corazón tiende a saltarse un latido. Muchas veces al día. Muchos días. Quizá eso fue el empujón necesario para que a mi cerebro empezase a interesarle la fotografía. Bueno, yo creo que cada uno sigue su camino en la vida a medida que se lo va encontrando. Y al principio, ese fue el mío. La emoción y el corazón. Y la belleza en cada ojo límpido y brillante de un bebé.
El camino me acabó llevando a lo que yo tenía en el corazón; y es que no necesitas grandes decorados, no necesitas grandes vestuarios, no necesitas una casa grande y luminosa y recogida. Necesitas volver la vista atrás, ver esas fotografías, y recordar aquella alfombra tan fea que te gustó cuando la viste en la tienda y tu marido se horrorizó al verla en el salón pero no se atrevió a decir nada hasta varios meses después. Necesitas recordar aquel juguete que tantísimo te gustaba y que acabó totalmente descolorido y desgastado porque lo llevabas a todas partes y sin embargo solo aparece en esas fotos que un día fueron a hacer a tu casa. Necesitas recordar que a tu mujer no le gustaba nada que le sacases fotos con aquellos pelos, y menos mal que un día se os ocurrió contratar a aquellas fotógrafas para poder recordar lo mucho que sí te gustaba a ti verla por las mañanas así.
Estamos inundados de revistas, pósters, blogs llenos de gente perfecta en casas perfectas. Pero nosotras buscamos algo más. Buscamos recuerdos que siempre llevaréis en el corazón. Buscamos que el álbum de vuestra vida se llene con cosas diarias. Con esas pequeñas cosas. Con lo que os hace felices en este momento. Cuando echas la vista atrás, recordar el olor de tu bebé en brazos, el tacto de su cabello, las peleas en la bañera, el explicar que el agua debe quedar dentro (casi siempre), que en ese rinconcito os gustaba sentaros y jugar. Que vuestras miradas cómplices no se desvanecieron, que siempre estuvieron ahí.
Son las pequeñas cosas. Ya lo dijo Elliot Erwitt: “La fotografía es el arte de la observación. Va sobre encontrar algo interesante en un lugar ordinario… Con los años he comprobado que tiene poco que ver con las cosas que ves y mucho con la manera en la que las ves” (Si quieres saber más sobre él, link aquí. Sobre todo no os perdáis su mirada humorística en el apartado que él llama “Phototoons”)
Lo ordinario hecho extraordinario.
02/03/2018 @ 08:34
Me identifico totalmente con lo que dices. En mi caso también esa sensibilidad me llevó a la fotografía. O quizás ya éramos fotógrafas (de corazón) y esa sensibilidad iba de serie. En cualquier caso, qué bien sentir esas cosas y además poder grabarlas de por vida para, como dices, volver a ellas cuando haya algo que de aprender o que recordar. Por cierto, preciosos contraluces.
02/03/2018 @ 12:23
Verdad? Nada como conservarlas y echar la vista atrás. Me pregunto si alguna vez dejará de importar… no me imagino un mundo sin poder volver a los recuerdos. Un abrazo fuerte y gracias por tus palabras Flora.